lunes, 23 de julio de 2012

La Sociología de la Ciudadanía


Sociología de la Ciudadanía

¿Cómo se obtiene una conciencia colectiva para cualquier grupo de seres racionales?. Algo aparece seguro: con método democrático, combinando varias marcas de democracia y convocando votaciones inteligentes o con cuestiones adecuadas. Herramientas capaces de formar una conciencia colectiva a través de votos múltiples o “cuadernos de votos”. Un ser colectivo que sepa lo que piensa y pueda saber nuevos conocimientos. Una Democracia de la Opinión capaz de dibujar una personalidad colectiva. Así pueden nacer o evolucionar las mentes colectivas entre individuos racionales, con preguntas esenciales y múltiples votos recogidos y memorizados como respuestas. Con estos diversos y numerosos escrutinios puede conseguirse una conciencia colectiva. Pero si queremos una conciencia colectiva de lo más inteligente a nuestro alcance necesitaremos un complemento sabio, otro tipo o método democrático aquí llamado “Democracia de los Conocimientos” (en plural, porque son muchas los campos y las disciplinas, con sus respectivas especialidades). Votos múltiples reunidos en cuadernos ordenados entre todos los campos del conocimiento y profesionales.


Sabemos que Democracia es cuando el Pueblo (Demo) gobierna (Cracia). Siendo así, ¿cómo puede auto-gobernarse un pueblo sin conocerse a sí mismo (es decir, sin utilizar democracias de opinión o participativas)?. Los antiguos atenienses, con su Democracia Directa, no tuvieron problema al respecto y se pudieron preguntar a sí mismos lo que quisieron, hasta qué obras de teatro preferían ver en sus fiestas. Se conocían a sí mismos como personalidad colectiva de su polis o ciudadanía general, o siempre estuvieron en disposición de conocerla mejor. Los atenienses elegían representantes para lo que no había más remedio, como para el cargo de “estrategos” (general en jefe de los ejércitos), pero lo demás lo decidían con democracia directa. Ahora en el mundo libre es todo lo contrario, impera la democracia representativa, muchas veces radical, como en España, y la democracia directa es bajo mínimos o ni siquiera llega a existir, no se convoca como norma y a menudo ni siquiera como excepción.

Por lo tanto podríamos decir que la democracia ya no existe en las naciones, no existe ningún pueblo que gobierne, sino pueblos que nombran a representantes para que gobiernen, es el gobierno de los representantes del pueblo, no del pueblo. En la Humanidad actual no existen las democracias, sino las democracias representativas, esto que parece obvio es un profundo conocimiento. Descubrimos hasta aquí que una Democracia Representativa está “coja” o no puede llegar a la misma calidad que la Democracia ateniense, aún siendo de una época mucho más avanzada. El Pueblo después de votar, durante cuatro años, sólo tiene las manifestaciones multitudinarias para poder comunicar qué piensa sobre algo; a lo que añadir las encuestas o sondeos; en definitiva dos métodos con índice de error o de calidad fácilmente superable por una adecuada Democracia Participativa o en su defecto por una Democracia de Opinión. Así una Democracia Representativa necesita complemento directo para que algo de aquella calidad democrática ateniense vuelva a nuestras ciudadanías después de dos mil quinientos años.

Al respecto aparece la pregunta clave: ¿cómo se conoce un Pueblo a sí mismo y por sí mismo, participando todos sus individuos?. Este conocimiento podría mostrarlo una adecuada Sociología de la Ciudadanía. Porque se hace necesario buscar la Personalidad del Pueblo utilizando o evolucionando las reglas democráticas y así cualquier colectivo ciudadano pueda expresarse con coherencia. En términos psicológicos se dice desde hace tiempo que la psique (la mente) muestra una dimensión integrada por tres esferas: la consciencia, el inconsciente individual y el subconsciente colectivo. Donde la Democracia de Opinión (o la Sociología de la Ciudadanía) podría mostrar una cuarta parte o dimensión: la consciencia colectiva. Dispuesta a ser descubierta o formada con adecuadas fórmulas democráticas y con mínimo tiempo requerido (convocatoria, reflexión, voto y escrutinio). Quedando el campo mental colectivo igual que el individual, con potencialidad en subconsciencia y en consciencia y de éstas a conciencia inteligente, la auténtica líder buscada como garantía evolutiva de la Democracia.


Ya decía el propio Montesquieu (1689-1755) a mediados del siglo XVIII que “el pueblo beneficiado del poder supremo debe hacer por sí solo todo lo que pueda efectuar bien y confiar a sus ministros únicamente lo que no pueda realizar por sí mismo”. En este siglo XXI en la palabra “ministros” puede incluirse también: “las observaciones, encuestas y sondeos para afirmar lo que opinan y piensan las sociedades democráticas”. Porque no es lo mismo decirle a una comunidad la personalidad colectiva que tiene a que lo descubra ella por sus propios medios o, como decía Montesquieu, “pueda realizar por sí misma”. Facilitar a cualquier conjunto humano el acceso racional a su propia personalidad colectiva también es o debería ser prioridad y sustento de la Democracia.

Existen datos y cuestiones muy importantes sobre nuestra comunidad española y su vida pública que no son recogidos en los programas políticos de los partidos democráticos o candidatos que concurren a elecciones en cada legislatura soberana y, por tanto, tampoco en los posteriores gobiernos resultantes. Y se puede evolucionar la Democracia en toda su diversidad cultural, en este caso concreto como generadora indiscutible y fiable de opinión pública y ciudadana de unos españoles asociados o afiliados a una soberanía. Estos argumentos muestran también que no existe una “invasión” del espacio tradicional político/electoral para la formación de los gobiernos legítimos. La inconstitucionalidad no sólo es evitable, su ausencia ha de ser fundamental. El espacio ciudadano que se pretende cubrir es “virgen” hasta la fecha. La democracia de Opinión y de Participación no pretende cambiar a todos, que cada uno elija lo que desee. Es construir sobre, o al lado, de lo construido.

Además un individuo es una calidad particular del ser con identificación única, capaz de distinguirse singularmente de los demás, también particulares. Pero la individualidad siempre es acechada por el individualismo (o su parte más negativa), una manifestación radical con desequilibrio para el individuo, pasando a ser individualista en extremo y basado en un exceso de protagonismo. Y una colectividad de individualistas no podrá impartir equilibrio o justicia democrática. Lo mismo ocurre con el colectivo o la colectividad, que es o son calidades similares entre ciertos individuos capaces de agruparlos de manera lógica y con intereses claramente comunes. El colectivismo extremo será su radical desequilibrio, pues el colectivismo como exceso de protagonismo sería en detrimento de las libertades individuales y no podrá crear individuos libres y diversos, ni atenderá la evolución de los derechos individuales. Hay que tener mucho cuidado cuando ejercemos como individuos y como colectivos dentro de la ciudadanía, pues el individualismo y el colectivismo acecharán siempre con límites difusos y extremos innecesarios.


Por otro lado el excelente investigador de la teoría sociológica y de los fenómenos sociales, Erich Fromm, en su libro "El miedo a la libertad" (Paidos Studio, 1993), dice: "Más de un lector planteará la cuestión acerca de si los hallazgos debidos a la observación de los individuos puede aplicarse a la comprensión psicológica de los grupos. Nuestra contestación a este respecto es una afirmación categórica. Todo grupo consta de individuos y nada más que de individuos; por lo tanto, los mecanismos psicológicos cuyo funcionamiento descubrimos en un grupo no pueden ser sino mecanismos que funcionan en los individuos". Siendo así, con tono de humor pero fondo preocupante: ¿cuántos grupos públicos, sociedades o ciudadanías generales son neuróticas?, ¿cuántas lo son y no lo saben?, ¿cómo puede saberse?. Obviamente cuanto más nos adentramos en la cuestión de las personalidades colectivas se hace más recomendable las manifestaciones de éstas a través del lenguaje directo y democrático entre sus individuos, por impulso propio, antes o en vez del estudio o contemplación de terceros a través de las ciencias sociológicas.

El equilibrio mental entre el individuo y su comunidad es sano para el individuo y para su comunidad, y puede ser mediado por la ciudadanía, individual y general. Si a esto añadimos un mecanismo democrático de opinión y participación entre los ciudadanos obtendremos una personalidad o mente colectiva consciente, que si no está sana del todo, al conocer su enfermedad, más pronto y mejor podrá sanar. Obviamente un ser colectivo jamás podrá mostrarse con las mismas propiedades móviles que un ser individual. Un individuo puede decidir una acción en milésimas de segundos y presentar un único cuerpo. Sin embargo, un colectivo muy pequeño, como cuatro o cinco individuos, podrían tomar una decisión urgente en minutos como mínimo; un colectivo como un municipio al menos necesitaría tres días: convocatoria, voto y recuento. A mayor número de individuos y mayor distancia entre ellos, mayor tiempo requerido de acción o reacción y los cuerpos generales más abiertos y, por lo tanto, mayor organización democrática y participativa necesitada o requerida.

De igual manera que un individuo puede respondernos sobre el orden en preferencia en sus gustos, opiniones y decisiones, un colectivo también puede hacerlo aplicando un método democrático inteligente. Y con preguntas estratégicas cuyas repuestas puedan formar una personalidad colectiva, es posible. La periodicidad conveniente en el ciclo de estas preguntas puede exponer los cambios y las direcciones que tomarían las personalidades colectivas. Ser consciente del razonamiento colectivo, ordenado democráticamente, es un equilibrio necesitado hacia nuevas vías evolutivas del pensamiento ciudadano, sobre todo a la hora de descubrir o crear un Estado ideal. Porque los ciudadanos activos de cualquier comunidad española tenemos nuestra voz democrática limitada. Sólo podemos señalar unos pocos nombres cada cuatro, nada más. No podemos utilizar verbos, no podemos pronunciar frases, no podemos señalar ideas concretas. La Democracia (o los métodos democráticos) es mucho más que una forma de gobierno, también es una herramienta social cuya evolución ciudadana aumentaría la calidad de cualquier comunidad o partido político.


Rousseau decía en una observación al gobierno representativo inglés de la época que los ingleses eran un pueblo libre sólo el día en que votaban. Esta frase es genial en la búsqueda del equilibrio entre la democracia directa y la representativa. Para hacernos una idea real de cómo es cualquiera de las variadas y actuales ciudadanías generales que posee el individuo civilizado (sea municipal, autónoma, soberana o transnacional) bastaría compararla con una personalidad individual que no conociese casi nada de si misma. Una persona que al ofrecerle un helado no sabría el sabor que le gusta (aún habiendo probado previamente todos los sabores); una persona que ni siquiera sabría cuál es su deporte favorito o su arte más admirado, su mejor libro o su película de cine preferida. Un auténtico auto/desconocido que sólo sabría a qué políticos va a elegir como sus Representantes. Así son nuestras comunidades democráticas actuales, que hasta ahora sólo podemos conocer a través de la contemplación sociológica y sus datos, no desde la participación democrática consciente e inteligente.

La Democracia de Opinión o Participativa, sea vinculante o no, es un mecanismo exclusivo para formar y difundir las opiniones y decisiones cívicas o colectivas, certezas necesarias para identificar la personalidad colectiva de cada comunidad democrática. Muchos colectivos o comunidades esperan pasar la frontera desde “entidad colectiva subconsciente” a “identidad colectiva inteligente”. La cuestión esencial para los ciudadanos que queramos evolucionar democráticamente es: ¿queremos ser conscientes de nuestra “personalidad” o entidad colectiva?, ¿queremos saber cómo somos y qué es lo que opinamos?. Porque no lo sabemos, somos casi unos completos ignorantes de nosotros mismos en conjunto. Carecemos de personalidad colectiva consciente, lo que implica carencias en la aplicación responsable del sentido común.

Desde el año 1824 y en Harrisburg (Pensilvania) donde se efectuó el primer estudio demoscópico, esta área sociológica o de psicología colectiva, ejerce la investigación en el análisis de datos extraídos a las diversas personas (representativas de la población heterogénea) por métodos de entrevistas personales o por teléfono. Sus resultados suelen ser publicados en lo que se llama sondeos o encuestas. Hasta aquí todo muy bien, el problema surge, como dijimos, cuando llega todo un señor político democrático de los más sabios del siglo pasado, Winston Churchill (1874-1965), afirmando: “sólo creo en las encuestas que he manipulado yo”. Entonces el panorama cambia y al observar detenidamente las encuestas o sondeos en la intención de voto de cualquiera de las elecciones generales, por ejemplo, observaremos que serán demasiado diferentes sus resultados para que sean producto de fórmulas académicas puras, sino más bien parecen obedecer el interés del momento o al partidismo político que “financie” el estudio o sondeo. De tal manera que un periódico de derechas jamás publicará un sondeo o encuesta donde el partido de derechas salga perjudicado, o a la inversa con un periódico de izquierdas.


Dicho de otro modo, la tan anhelada “cohesión social” por parte de las sociedades postliberales no se logrará con encuestas o sondeos. Una cosa es la democracia de opinión o de participación ciudadana o pública y otra muy diferente son los estudios de la opinión pública. En realidad los estudios de la opinión pública (incluso para la propia sociología) son o serían más exactos ante datos democráticos (consultas democráticas y sus escrutinios publicados) que ante sondeos o encuestas. Conseguir los datos de la opinión con la participación no es labor de nuestra parte científica, sino de nuestro hacer ciudadano y democrático. Porque no existe mayor encuesta o sondeo que la participación abierta y directa a todos los ciudadanos en consultas de opinión pública o de participación inteligente.

La democracia de Opinión y de Participación debe ser más estudiante que estudiada, aunque los gobiernos y los estudios sociales obtengan beneficios colaterales en la publicación de los escrutinios de las consultas democráticas. Entre los significados complementarios y posibles existe hasta definiciones parejas al concepto “ética”. Como afirma Adela Cortina en su obra "Ética de la empresa" (Trotta, Madrid, 1994), donde la ética es “un tipo de saber de los que pretende orientar la acción humana en un sentido racional; es decir pretende que obremos racionalmente”. Por ello necesitamos también un cauce democrático para la participación cuando implica a los conocimientos diversos y diferenciados que prácticamente tenemos todos los ciudadanos, unos en unos temas y otros en otros temas. Nadie es especialista o está especializado en todas las disciplinas o profesiones de los conocimientos públicos, apareciendo otro modelo o marca democrática ideal para completar la Democracia de Opinión, y esta vez en plural, la Democracia de los Conocimientos. Tema que trataremos en próximo post. Gracias.


@ciudadanoNick


Enlaces vinculados:

http://elalbumcitohablador.blogspot.com.es/2012/03/eah45-democracia-representativa-radical.html
http://meteques.wordpress.com/2012/07/22/sociologia-de-la-ciudadania/

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