sábado, 11 de agosto de 2012

Historia de la Ciudadanía Democrática IV

El libre albedrío individual

El libre albedrío es una creencia de la mente/alma que observa a las personas como entidades libres con poder de elegir y tomar sus propias decisiones. El principio del libre albedrío puede contener connotaciones filosóficas o científicas (también éticas, religiosas...), en este caso nos centramos en la ciencia. Cuando el humano se topa (piensa) con la libertad y se ve obligado a decidir si obrar o no obrar. Dada la multitud de objetos y hechos religiosos (por ejemplo los enterramientos) hallados desde la prehistoria, parece muy posible la teoría donde el humano, al pensar, percibe una creación, entonces la cuestión de obrar o no obrar (el libre albedrío) pasa por saber qué quiere y qué no quiere el presunto creador, es decir, ¿cómo actuar sin ofender a los dioses? Ello daría lugar a las primeras creencias espirituales y religiosas.

A nivel colectivo o de tribu el libre albedrío sería el que la jefatura político/religiosa (el rey/chamán) interpretara como favorable a los deseos de los dioses (o a los grandes espíritus creadores), y entonces todo el colectivo obraría y obedecería a tal deseo divino. En cierta manera el libre albedrío colectivo era el de un solo individuo con el poder absoluto en sus manos, el rey/chamán. Y el grado de inteligencia utilizado sería proporcional a los beneficios de la tribu, o a la inversa y algunas decisiones serían nefastas para el conjunto. Pero todo raciocinio evoluciona no sólo en los individuos a lo largo de su edad, también generación tras generación; es decir, continuamente habría nuevas preguntas para los dioses. Y así descubrir el libre albedrío, obrar o no obrar, decisión a tomar ante cualquier invento nuevo o nuevo conocimiento.
 
El humano libre, nuestro objeto de estudio, suele ser comprendido como un misterio o milagro. "Milagro" de la aparición del pensamiento racional en el cerebro natural, dentro del "milagro" de la Evolución. En cualquier caso la Vida y su evolución general crearon un maravilloso órgano llamado cerebro para uso de los individuos de muchas especies animales; pero en nosotros los homos se produjo una nueva “génesis” sin precedentes. Un paso más allá de la "inteligencia" bioquímica, apareciendo el pensamiento razonado o inteligente, todo dentro del cerebro. De la inteligencia empleada por la Evolución para sobrevivir y perpetuar a la vida terrestre, surge un nuevo tipo de inteligencia, la mental. No fue fácil, o al menos fue y es tremendamente complejo. El cerebro Homo consta por lo menos de cien mil millones de células nerviosas conectadas por unos cuatrocientos mil kilómetros de fibras nerviosas. Y todo ello funciona muy bien, a esta eficacia aquí se le llama "inteligencia bioquímica". Puede llamarse de otra manera, pero el concepto es el mismo, una "inteligencia" o programa inteligente implícito en la Evolución y en todos su genes.

No se trata de buscar dioses (los haya o no), sino de evidenciar que la Evolución como ser vivo, siendo potencialmente mortal, existe ininterrumpidamente desde sus inicios y se ha adaptado a todos los hábitats de este planeta. Mostrando una variedad de especies impresionantes que funcionan muy bien desde sus respectivos nichos evolutivos y siempre con posibilidades de superviviencia. Esto es eficacia y además expone una organización microscópica que puede secuenciarse con lógica (de hecho así sabemos cada vez más en medicina, por ejemplo). Por ello el cerebro humano es una maravilla, tarda en formarse completamente unos cuarenta y cinco años. Y cosa curiosa, siendo el cerebro aproximadamente un dos por ciento del peso total del cuerpo (1´4 kilos como media): consume el veinte por ciento de la energía corporal. De esta demanda energética nace la mente/alma, el poder de sus sentimientos y de sus raciocinios, y también nace la capacidad de elegir en muchos asuntos existentes o por existir, la libertad mental.


El cerebro, el órgano más evolucionado de la Evolución (valga la redundancia), y no sólo de la Evolución como teoría sino como el ser vivo global o planetario formado por todas las células de la Tierra, en constante adaptación o evolución. El cerebro humano quedaría destinado a descubrir y cuestionarse la libertad. Para llegar y desarrollar este libre albedrío las prestaciones que ofreció la Evolución fueron impresionantes. Se calcula que en el cerebro humano hay unas cien millones de veces un millón de conexiones, cantidades desbordantes propias de un universo particular que muestra una vez más la genialidad de la ingeniería bioquímica de la Vida. Por ejemplo, en un solo milímetro cúbico de tejido cerebral existen unas cuarenta mil células nerviosas y unos mil millones de conexiones efectivas (sinapsis). Los cerebros son como galaxias de células nerviosas donde se desarrollan sentimientos, personalidad, razonamientos e inteligencias. Células nerviosas que siempre va creando el cerebro a lo largo de su vida, como en el hipotálamo. La libertad que ahora pensamos, o todos los derechos democráticos que hemos inventado y desarrollado, tienen detrás todo este inmenso despliegue biológico, químico y energético altamente sofisticado. Si es producto del azar, no cabe duda, ¡qué azar más inteligente!

Estos primeros homos, sin idea que en sus cerebros existía lo más sofisticado de la Vida que conocían (o quizás lo intuían y por eso muchas tribus o pueblos creyeron ser los elegidos de los dioses), observaban con atención todo su entorno e intentaban razonarlo. Por ejemplo, tal vez colocando piedras alrededor de las hogueras permitiría cocinar mejor, y posiblemente alguna piedra sería del mineral del hierro, que se fundiría y al enfriarse se volvería otra vez sólida pero con otra forma. Si a esto sumamos pensamientos que comenzaban a razonar es suficiente para que naciera el arte de la fundición de minerales, esencial para la Revolución Neolítica. Quizás más que los metales fue el propio fuego quien contribuyó al establecimiento de un camino hacia el Neolítico. Y no sólo como calor para fundir metales, también puede deducirse que para la existencia de poblados eran necesarias viviendas u hogares con capacidad para hacer fuego en su interior; y ello no hubiera ocurrido sin la popularización o democratización del fuego, y cualquier homo adulto sabría cómo hacer fuego. Así en todo buen hogar había o podía haber una buena hoguera. Una tremenda evolución y revolución.


Si un hogar (palabra asociada a “hoguera”) no tenía un lugar reservado para encender y mantener un fuego controlado, no era un hogar; y los homínidos tenían hogares, de tránsito cuando eran nómadas y mejor construidos cuando fueron sedentarios. Y si hacer fuego fue secreto, tarde o temprano se hizo democrático (utilizando el término como “popular”), y ello conllevó a otra verdadera revolución de la mente/alma. Quizás un primer plano de igualdad (tecnológica) hacia el libre albedrío colectivo. Prácticamente podemos decir que todas las especies de homíninos tuvieron un nacimiento o encuentro con el libre albedrío de la mente (aunque fuera subconsciente en gran parte). Porque la Prehistoria más que ser el nacimiento humano representa también el encuentro y despegue del libre albedrío racional aparecido en la evolución del cerebro animal y propagado a varias especies pensantes de las que sólo sobrevive una, nosotros los sapiens. Millones de años para que una sola especie de la Vida comenzara a dejarse de la tutela de los instintos naturales e introducirse, apenas con conocimiento, en decisiones libres e independientes de consecuencias imprevisibles.

De alguna manera este libre albedrío también tuvo que producir miedo o poderoso respeto al intentar razonar sobre los astros de los cielos y sobre las repentinas y poderosas inclemencias ambientales (rayos, truenos, volcanes, terremotos, huracanes, inundaciones, etc.). Eran tremendas e incomprensibles realidades temidas, pero también algo grande a investigar por la naciente razón. Algunos y después muchos se atrevieron a explicarlo, se atrevieron a saberlo. Así sentir o creer que algo poderoso velaba por las tribus humanas daba cierta tranquilidad para que la mente/alma continuara evolucionando. El ser homínino probablemente intuyó y pensó que se encontraba ante una poderosa creación de la vida y que algún poderoso creador tenía que haber. Y se atrevieron a saber de un posible dios o de dioses creadores.



Compartir con los grandes espíritus las riquezas (en aquel tiempo un puñado de frutas podría considerarse una riqueza) era justo para la mente/alma naciente, y de ofrecer frutas como tributo a los grandes espíritus de la Naturaleza. También compartir las penas (no tener frutos o piezas de caza era una pena) con los espíritus poderosos, y así rogar al poder creador parte de su fuerza para quitar la pena y que vinieran buenos tiempos de caza o para encontrar bosques repletos de suculentas frutas. Compartir las riquezas, pero cuando se pensaba en ofrendar unas pocas frutas al presunto creador: ¿dónde habían de colocarse?. Así pudo nacer el poderoso concepto inicial del símbolo divino. Por ejemplo, un buen sitio para dejar frutas en honor al Creador podría ser el árbol más grande y hermoso de un bosque precioso (el árbol como símbolo natural y fijo). Otro ejemplo posible sería una piedra que hubiera caído ardiendo desde el cielo, un meteorito de varios kilos (símbolo material y móvil).

La mente/alma evolucionaba al igual que sus conceptos y de una manera algo más compleja el símbolo divino terminó uniéndose también al hombre en la persona del chamán o sacerdote. Naciendo formalmente los inicios de las religiones e interpretaciones oficiales al respecto. Así para los primeros homíninos lo que en realidad era su libre albedrío ante aspectos fundamentales de las cuestiones existenciales fue “traducido” o respondido como voluntad de seres superiores, de grandes espíritus, comenzando a nacer los dogmas orales que pasarían de generación a generación. Pero entre tantas tribus de homos diferentes hubieron de ser las creencias, donde se convertiría en oficial aquella que dictara el que tuviera más poder guerrero del momento. Las primeras ideas y cultos espirituales surgieron entre las sociedades nómadas y cazadoras, otorgando un valor religioso al animal a cazar (creencia toteista), incluso convirtiéndolo en algo sagrado y representándolo en las pinturas rupestres. Con la cultura agricultora del Neolítico el hombre comenzó a adorar a todo aquello esencial para la producción de vegetales (tierra, sol, agua, etc.). Formándose personajes divinos, masculinos o femeninos, que descubrimos con simbologías, transformados o tallados en madera o piedra, y que durante las primeras civilizaciones cambiaron a menudo de nombres y virtudes.


En la Prehistoria surgen las raíces de varios tipos de religiones: Monoteísmo (creencia en un único Dios), Dualismo (dos Dioses, uno bueno y el otro malo), Panteísmo (todo es divinidad), Politeísmo (creencia en varios/as dioses/as), Deeísmo (un Dios que creó al Mundo y luego lo olvidó), también podríamos añadir al Ateísmo, que no cree en ningún Dios. Y sobre todo, ante la ausencia de pruebas irrefutables para la ciencia, también apareció las raíces del agnosticismo. En otras palabras, el motivo originario de la Humanidad ofrece áreas de estudio controvertidas tanto para las religiones como para las ciencias, y desde los principios de nuestros pensamientos razonados. Racionalidad y Espiritualidad se asocian y forman un único concepto general durante la Prehistoria y buena parte de la Historia.

Exista un fundamento creador inteligente, o no exista, algo sin precedentes ocurrió en la Vida, las especies Homíninas se encontraron “de bruces” con la libertad de elección o “libre albedrío”. Concepto muy utilizado por diversas escuelas filosóficas, su significado podría quedar complicado o relativo incluso para la ciudadanía democrática. Para dejarlo sencillo, libre albedrío es una consecuencia natural de la evolución cerebral entre los primates y conlleva un ejercicio de elección meditada, aunque en lo más inmediato aún impere el instinto animal. Esta libertad de elección, junto a la creatividad, la espiritualidad y la conciencia razonada marcaron el punto de nacimiento de la mente/alma en la Vida de la Tierra. Junto a los dogmas religiosos surgirían los dogmas técnicos o tecnológicos, también orales, que describirían cómo hacer buenas herramientas (agujas, cuchillos cortantes, hachas, redes de pesca...). Todo ello con notable influencia de supersticiones espirituales o religiosas. Así los pensamientos cerebrales y la tecnología originaria de la piedra dio un gran salto a la tecnología de los metales. ¿Puede hacerse esto sin libre albedrío o sin pensamientos en libertad?.


Para ejercer libre albedrío primero hay que conocer o reconocer varias posibilidades u opciones a escoger y después elegir. Pongamos un ejemplo para mostrarlo por vía política. Tracemos una historia hipotética sobre una tribu humana huyendo de los deshielos hace doce mil años. Imaginemos que al pasar la tribu cerca de un glaciar se desprende un trozo de pared helada y mata al rey/sacedorte y a su familia. Después dos veteranos y poderosos guerreros optan por el mando (libre albedrío individual), y discuten entre ellos. El resto de guerreros deben tomar posiciones o preferencias a favor de uno y en perjuicio del otro, (libre albedrío individual). Así, y si los dos candidatos optaran a que la mayoría de los guerreros decidiera al sucesor: estaríamos ante una democracia primitiva (existieron asambleas prehistóricas). Cuyo resultado sería el libre albedrío colectivo (premeditado y vocalizado o mecanizado), en este ejemplo el método democrático sería una de las opciones para elegir al nuevo rey/sacerdote. Aunque pueda ser improbable, ya que la disputa se resolvería probablemente por magia, superstición, religión... o por combate. Aún así hay que dejar abierta la gran posibilidad: en alguna asamblea de la Prehistoria probablemente se produjeron actos democráticos entre mentes libres.

Si el libre albedrío originario fue fácil o natural en la Prehistoria, no así resultaría con su teoría, ya que la decisiones importantes la solían pasar a Dios, que en realidad o al final era la decisión del chamán o rey. Así el libre albedrío colectivo fue quedando detrás de otros nacientes y poderosos conceptos, o ni siquiera fue conceptuado. Toda la Prehistoria y mucha Historia hubo de pasar hasta que el libre albedrío político se mostrara con lógica, ciencia y ciudadanía entre los griegos y, después de miles de años, como costumbre en muchas comunidades o naciones actuales. El conocimiento, aplicación y desarrollo de la lógica y la razón no lograría autonomía suficiente para contemplar la Vida de la mente/alma, y tratar con ciencia a sus dudas existenciales, hasta miles de años después, con los antiguos griegos. Aunque fue históricamente fugaz y más bien no fue hasta la Ilustración, y después bien entrado el siglo XIX, cuando se sentaron las bases razonadas de la Teoría de la Evolución. Siendo entonces cuando la mente/alma alcanzó generalidad suficiente para enfocar el asunto con ciencia y lógica hacia el conocimiento imparcial.

El libre albedrío implica asumir responsabilidad ante la toma de decisiones, pero si la decisión era de un ser divino, y se creía fervientemente en ello, podía ejecutarse cualquiera acción por simple mandato de la divinidad. Por ello, ¿hasta qué punto pudo desarrollarse el libre albedrío entre sociedades gobernadas por las “divinidades” de la Prehistoria?. Discurrir por lo que sabemos de este periodo mental y espiritual antes de la Historia escrita es apasionante y más aún sabiendo que cada trabajo antropológico va completando más este conocimiento que tenemos de nuestros inicios naturales. Es curioso cómo con el descubrimiento de unas pocas pinturas rupestres sobre escenas de reuniones o asambleas de guerreros pueda afirmarse que las raíces de la ciudadanía fueron antes que las ciudades. Curioso porque en algún determinado momento y probablemente en una de estas reuniones o asambleas, ante conocimientos nuevos, alguna tribu nómada decidió construir un poblado fijo para vivir de la agricultura, además de la caza, pesca y recolección. Entrando de lleno en el periodo neolítico, donde los primeros poblados fijos marcaron una revolución sin precedentes en la naturaleza humana, un nuevo modo operativo de la Evolución.


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Capítulo anterior, III, El Fuego Homínino:
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2 comentarios:

  1. Saludos amigo
    tu teoría me parece bastante acertada y concuerdo en todo contigo. llegue a este block tratando de escribir algo espantosamente parecido a lo que tu ya escribiste. solo que en mi escrito lo que tu deduces es la base para plantear una idea que intento plasmar y dar a conocer. mi enfoque es mas económico y a su vez trata de tomar algunos problemas que vive la "democracia" en mi país.
    si me lo permites me gustaría poder citar tu escrito en mi propio libro. estos solo lo tienes en blog o ya tienes algún libro que pudiera tomar como bibliografia. tienes correo electrónico?

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  2. Gracias Julio César. Por supuesto que puedes citar cualquier escrito mío o de este blog en tu libro. De hecho todos los post de este Blog que comienzan con "Historia de la Ciudadanía Democrática..." están destinados a reunirse en un único archivo PDF y formar un ebook o libro electrónico. Espero que termines bien tu libro y que me dirás dónde podré descargarlo. Mi correo es ciudadano2008@hotmail.com
    Un abrazo ;-)

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