Capítulo XIII
Hacia el renacimiento de la Democracia
Después
de la República de Roma damos un salto de mil quinientos años
y entramos en Europa por un camino que muestra un cambio histórico notable,
entre el Renacimiento (siglos XV y XVI) y el Barroco (XVII y XVIII).
El famoso escritor Miguel de Cervantes (1547-1616) vivió entre ambas
épocas y en su célebre novela “Don Quijote de la Mancha”
(principios de XVII) observó magistralmente el ocaso de los altos
ideales del Renacimiento frente a un mundo más materialista, la
racionalidad del barroco bajo el absolutismo político. Menos mal que
renace otra época de oro para el teatro, después de los antiguos
griegos, con autores como Shakespeare, Molière, Lope de Vega,
Calderón de la Barca y otros, que ofrecieron obras exquisitas como
motor de ilusión, criticando con esperanza y vía de escape al
desalmado materialismo del Barroco. La literatura se cargó de
metáforas y alegorías, incluso de romanticismo. En la pintura se
pasó de la armonía y la perfección del Renacimiento
(como en los frescos del Greco) al desequilibrio con los
cuadros de Rubens que acentuaban el colorido. O con las sombras en
Rembrandt, donde la realidad ofrecía pesimismo (generalizando), como con Velázquez o Zurbarán.
También
la Arquitectura exageró su estética con el Barroco desde el
ordenado Renacimiento, con majestuosidad y monumentalidad dirigidas a
representar una ciudad rica. Barroco, en su sentido más crítico,
es sinónimo de "recargado", y en su significado más suave
se entiende como "elaborado" o "más elaborado".
Pero la arquitectura barroca llegó a una exageración megalómana
como la de Luis XIV con su reconstrucción de Varsalles. Tanta
exageración llegó a la gastronomía y a los lujos de salón. La
exageración se transformaba en opulencia, mientras por las calles
muchos hambrientos padecían y enfermaban. La Humanidad parecía
hacerse “inhumana” y el Barroco quiso o necesitó retratarlo
desde muchos ángulos, la Humanidad ya nunca más sería la misma y
esta “inhumanidad” caló hasta nuestro presente. A todo ello
sumar, o también como origen, la gran factura religiosa de una
Europa hasta entonces unida espiritualmente, el Dios cristiano o su
concepto agitaba los fundamentos de la existencia y con ello a la
sociedad política y a las miradas artísticas. El Barroco es como
una mirada de la Humanidad (en este caso europea) a si misma donde
necesitó recurrir a mundos ficticios y en ocasiones decadentes para
rebelarse o escapar de la despiadada realidad.
La
ciencia y sobre todo el arte barroco, como el teatro, volvió a una
racionalidad más imparcial y el hombre dejó de ser el centro del
Cosmos, comenzando una edad de oro para la ciencia con nombres como
Kepler, Galileo, Newton o Descartes. Abriendo camino claramente la
racionalización y el orden matemático, todavía bajo la creación
del dios cristiano. A partir de aquí encontramos, junto al factor
económico, aquello que habría de mundializar al ser humano con
grandes pilares como las ciencias y las nuevas tecnologías.
Habría
mucho que decir sobre la época barroca y no cabría en un breve
post, no obstante, desde la perspectiva histórica del ciudadano
democrático, hay algo importante. El enorme poder, hasta entonces en
estado potencial, del arte como vehículo de propaganda y control
ideológico, quedó descubierto. Y fue la Iglesia Católica la primera
en explotar este nuevo poder, contratando a los mejores artistas y
ordenándoles una serie de cambios. Por ejemplo alejarse de los
misterios teológicos y recrear personajes cercanos al pueblo, así
los santos pasaron de ir vestidos como aristócratas a ser representados
como pobres, incluso con rostros vulgares. Con ello se conseguía un
arte directo hacia la gran mayoría de fieles, justo cuando la
Iglesia Católica más amenazada estaba de rupturas internas, y
escindida ya por la Reforma Luterana. Así el Concilio de Trento, más
que una cotrarreforma, fue una reforma de la Iglesia Católica, muy
bien expresada con esta nueva tendencia artística o arte nuevo en la
Roma de los Papas.
Así
que Barroco también asistiendo al Absolutismo político o monárquico, como al ya mencionado
rey Luis XIV de Francia (1638-1715), uno de sus mejores ejemplos,
donde encontramos su famosa frase: “El Estado soy yo”.
Maurice Crouzet, en su Historia general de las civilizaciones afirmó:
"El siglo XVII es una época de crisis que afecta al hombre
en todas sus actividades -económica, social, política, religiosa,
artística...- y en todo su ser, en lo más profundo de su potencia
vital, de su sensibilidad y de su voluntad". Así no es de
extrañar las explosiones sociales que terminaron argumentando
políticamente, como la Revolución Inglesa, próximo post.
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Capítulo anterior, XII, La democrática República de Roma:
http://elalbumcitohablador.blogspot.com.es/2012/08/historia-de-la-ciudadania-democratica_20.htmlCapítulo siguiente, XIV, La Revolución Inglesa:
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