viernes, 24 de agosto de 2012

XIII Historia de la Ciudadanía Democrática

Capítulo XIII

Hacia el renacimiento de la Democracia

Después de la República de Roma damos un salto de mil quinientos años y entramos en Europa por un camino que muestra un cambio histórico notable, entre el Renacimiento (siglos XV y XVI) y el Barroco (XVII y XVIII). El famoso escritor Miguel de Cervantes (1547-1616) vivió entre ambas épocas y en su célebre novela “Don Quijote de la Mancha” (principios de XVII) observó magistralmente el ocaso de los altos ideales del Renacimiento frente a un mundo más materialista, la racionalidad del barroco bajo el absolutismo político. Menos mal que renace otra época de oro para el teatro, después de los antiguos griegos, con autores como Shakespeare, Molière, Lope de Vega, Calderón de la Barca y otros, que ofrecieron obras exquisitas como motor de ilusión, criticando con esperanza y vía de escape al desalmado materialismo del Barroco. La literatura se cargó de metáforas y alegorías, incluso de romanticismo. En la pintura se pasó de la armonía y la perfección del Renacimiento (como en los frescos del Greco) al desequilibrio con los cuadros de Rubens que acentuaban el colorido. O con las sombras en Rembrandt, donde la realidad ofrecía pesimismo (generalizando), como con Velázquez o Zurbarán.


También la Arquitectura exageró su estética con el Barroco desde el ordenado Renacimiento, con majestuosidad y monumentalidad dirigidas a representar una ciudad rica. Barroco, en su sentido más crítico, es sinónimo de "recargado", y en su significado más suave se entiende como "elaborado" o "más elaborado". Pero la arquitectura barroca llegó a una exageración megalómana como la de Luis XIV con su reconstrucción de Varsalles. Tanta exageración llegó a la gastronomía y a los lujos de salón. La exageración se transformaba en opulencia, mientras por las calles muchos hambrientos padecían y enfermaban. La Humanidad parecía hacerse “inhumana” y el Barroco quiso o necesitó retratarlo desde muchos ángulos, la Humanidad ya nunca más sería la misma y esta “inhumanidad” caló hasta nuestro presente. A todo ello sumar, o también como origen, la gran factura religiosa de una Europa hasta entonces unida espiritualmente, el Dios cristiano o su concepto agitaba los fundamentos de la existencia y con ello a la sociedad política y a las miradas artísticas. El Barroco es como una mirada de la Humanidad (en este caso europea) a si misma donde necesitó recurrir a mundos ficticios y en ocasiones decadentes para rebelarse o escapar de la despiadada realidad.


La ciencia y sobre todo el arte barroco, como el teatro, volvió a una racionalidad más imparcial y el hombre dejó de ser el centro del Cosmos, comenzando una edad de oro para la ciencia con nombres como Kepler, Galileo, Newton o Descartes. Abriendo camino claramente la racionalización y el orden matemático, todavía bajo la creación del dios cristiano. A partir de aquí encontramos, junto al factor económico, aquello que habría de mundializar al ser humano con grandes pilares como las ciencias y las nuevas tecnologías.


Habría mucho que decir sobre la época barroca y no cabría en un breve post, no obstante, desde la perspectiva histórica del ciudadano democrático, hay algo importante. El enorme poder, hasta entonces en estado potencial, del arte como vehículo de propaganda y control ideológico, quedó descubierto. Y fue la Iglesia Católica la primera en explotar este nuevo poder, contratando a los mejores artistas y ordenándoles una serie de cambios. Por ejemplo alejarse de los misterios teológicos y recrear personajes cercanos al pueblo, así los santos pasaron de ir vestidos como aristócratas a ser representados como pobres, incluso con rostros vulgares. Con ello se conseguía un arte directo hacia la gran mayoría de fieles, justo cuando la Iglesia Católica más amenazada estaba de rupturas internas, y escindida ya por la Reforma Luterana. Así el Concilio de Trento, más que una cotrarreforma, fue una reforma de la Iglesia Católica, muy bien expresada con esta nueva tendencia artística o arte nuevo en la Roma de los Papas.


Así que Barroco también asistiendo al Absolutismo político o monárquico, como al ya mencionado rey Luis XIV de Francia (1638-1715), uno de sus mejores ejemplos, donde encontramos su famosa frase: “El Estado soy yo”. Maurice Crouzet, en su Historia general de las civilizaciones afirmó: "El siglo XVII es una época de crisis que afecta al hombre en todas sus actividades -económica, social, política, religiosa, artística...- y en todo su ser, en lo más profundo de su potencia vital, de su sensibilidad y de su voluntad". Así no es de extrañar las explosiones sociales que terminaron argumentando políticamente, como la Revolución Inglesa, próximo post.

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Capítulo anterior, XII, La democrática República de Roma:
http://elalbumcitohablador.blogspot.com.es/2012/08/historia-de-la-ciudadania-democratica_20.html

Capítulo siguiente, XIV, La Revolución Inglesa:

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