Necesito confesar que amo
mucho a un ser de género femenino. En la calle la veo, pero me
conecto a Twitter y además la leo. Siempre es sincera, incluso
cuando aparenta lo que no es, incluso cuando miente. Es más, quiere
engañarme, lo sé. Y es verdad que otras veces, en otras calles o
entre otros soportes escritos, de video o de audio, se muestra
desnuda, impecable, débil y entrañable. La amo, aunque a veces no
me ame y me grite su dolor como echándomelo en cara. No sé vivir
sin ella, sin saber cómo está, entre qué gentes; y también, saber
de sus secretos, incluso, soñar con ellos. Es materialista y
economista, orgullosamente capitalista y míseramente pobre, muy
juntos sus extremos. Como si una barriada de chabolas estuviera al
lado de un club marítimo con embarcaciones de lujo, como una playa
paradisíaca al lado de la parte trasera de cualquier ciudad
industrial. Así besa y pega, acaricia y muerde, canta, llora,
pregunta y responde, mi amada, la Realidad Social. O así está
siendo en estos años de crisis o estafa, de conquistas y saqueos. Y
ahora en la manifestación en Madrid del 25-S, hoy #27O, o hacia esta
nueva Huelga General en este mes que entra, #14N, donde poetisas y
poetas quedan invitados a sentir y escribir lo que vean, real o
imaginario, entre pancartas y banderas.