lunes, 9 de octubre de 2017

Tela catalana



Quiero que Cataluña siga en España, que continúe siendo una de las diecisiete columnas que forman la estructura común de las sociedades españolas. Pero este deseo mío obedece más al sentimiento individual que a la lógica común. Porque muchas veces el “mal”, lo incorrecto o erróneo, no proviene de las personas malas, sino de personas buenas que lo están haciendo mal. Como si no bastase querer, sino además saber querer. Para ilustrar el problema cuando el sentimiento dice una cosa y la lógica afirma otra está el ejemplo de una madre cuando su hijo, recién adquirida la mayoría de edad y debido a la crisis económica, debe mudarse a las antípodas para trabajar. Aunque la madre quiera mucho al hijo y desee verlo todos los días para ayudarle mejor en sus primeros años de adulto, la lógica parecerá mostrarle que el mayor bien para su hijo es que marche al lejano extranjero si le espera un empleo digno, aunque allí se case y tenga hijos que serán nietos a los que verá poco. También hay otro ejemplo claro, cuando un padre compra unos dulces empaquetados que le gustan especialmente a su hija porque están en oferta y... no mira la fecha de caducidad, desconociendo que se ponen en oferta porque están próximos a caducar, pero después fácilmente, por descuido o carencia de trabajadores, los productos ofertados y ya caducados se quedan sin retirar de las estanterías del supermercado, pudiendo poner en grave riesgo la salud de su hija. Como si el bien que desconoce o descuida pudiera traer el mal.


Así en estos días delicados o críticos para Cataluña y España me falta lógica o no creo tener la suficiente, temiendo que mi sentimiento yerre por ignorancia a esta altura del camino recorrido. Necesito andar más por el raciocinio público, aunque además acechen otras ignorancias de terceros que también tratan o tratarán de engañarme. Intentarán “venderme” algo malo como si fuera algo bueno. Debo apelar a la lógica democrática y comenzar a hilar o discernir desde la forma más sencilla y posible a mi alcance. La libertad democrática se construye desde el único derecho que no puede quitarse a la fuerza: la libertad de pensamiento. Todos comenzamos a adquirir este derecho desde la niñez, por gentileza de la Naturaleza y de sus avances en la evolución cerebral. La libertad de pensamiento es tan universal que hasta los esclavos pueden pensar libremente. Esto es bueno o es así por obra de la naturaleza, quizás por ello muchas teorías afirman que el Humano es bueno por naturaleza (aunque muchos se desvíen). Aún así y para que la civilización democrática pueda manifestarse necesita la obra y ejercicio de un segundo derecho, la libertad de expresión (y de voto, o entendiendo el voto como el medio ideal de expresión política). Ambos derechos son los padres de la Democracia. Saber razonar individualmente y saber votar para saber razonar colectivamente, Contando los votos que descubren la voluntad del soberano (el censo ciudadano), resultando esto lo más legítimo que existe para legislar, gobernar o juzgar. Estamos ante la voluntad general la máxima titular del poder público. Sabemos cómo hacerlo por métodos científicos, lógicos y éticos (para el bien del interés general).

Merece la pena reflexionar un momento aunque existan muchos más derechos fundamentales, porque con estos dos simples derechos, como lectura, podemos razonar profundamente. Deducir: “si existen conjuntamente las libertades de pensamiento y de expresión, obvia y potencialmente todas las ideologías imaginables y pacíficas pueden exponerse y llegar a la mesa de la opinión pública, donde en ocasiones deberá mediar o manifestarse la voluntad general”. Por tanto es normal que en toda comunidad autonómica, más aún con lengua originaria, puedan surgir ideales o partidos y políticas independentistas. Se deduce que el independentismo no es una anomalía (algunos irrespetuosos con la opinión contraria lo llaman “una tontería”). Desear la independencia por el camino de la democracia (paz) es una consecuencia, entre las muchas posibles, de la libertad de pensamiento y de la libertad de expresión sobre un territorio como la Península Ibérica y su larga historia plural, transversal y civilizada. Más aún donde figuran precedentes históricos como en Cataluña. Entonces, ¿es de locos una consulta democrática para saber cuántos catalanes quieren la independencia y cuántos no? ¿Cómo puede “prohibirse” o impedirse esto a una ciudadanía democrática por parte de representantes de otra ciudadanía democrática? Teóricamente no logro completar el esquema lógico, pero a nivel práctico la realidad lo muestra de manera sencilla en Cataluña.

Y si es tan previsible, por qué no está regulado claramente un curso democrático y pacífico que muestre cómo llegar a la Independencia, o para rechazarla, según decidan y voten los ciudadanos soberanos en cuestión. ¿Por qué no existe bien trazado este camino legítimo en España?, ¿por qué se dificulta tanto? ¿Dos tercios del Parlamento?, ¿disolver las Cámaras?, ¿Elecciones Generales?, ¿otra vez dos tercios del Congreso?, ¿Referéndum Nacional? Es importante saber por qué se complica este camino como queriendo ser impedido de forma legal o con artimañas legales por parte de los gobernantes de turno. Porque si no existe posibilidad de trazar el procedimiento: para qué el procedimiento. Querría significar, significó y sin duda significa que este “camino no-camino” conduciría al enfrentamiento y a las declaraciones unilaterales, con grave riesgo de ilegalidad, violencia, terrorismo o guerras. Veamos, para que Cataluña se independice legal y legítimamente debe conseguir que dos tercios de los representantes del pueblo español votaran a su favor, después deben disolverse las Cámaras y convocarse elecciones generales donde los dos tercios de los nuevos representantes voten a favor de la independencia de Cataluña. Y luego, ya sí o por fin (o porque no quedaba más remedio que ponerlo) un referéndum nacional. Es decir, por este camino ni aunque hubiera un 95% de independentistas en Cataluña conseguirían “legalmente” la independencia. La decisión siempre quedaría en los líderes de los dos partidos más votados (si se da o vuelve el bipartidismo) o en los líderes de los 3 ó 4 más votados. Por ejemplo, un partido con el 26% de las Cortes Generales podría dar siempre cerrojazo, o dos partidos unidos a tal fin con un 13% cada uno.

Sin embargo tenemos libertad en el mundo de los pensamientos lógicos al servicio de la Democracia. Donde me atrevo a esbozar unos primeros trazos generales, no para dar lecciones, sino para motivar a otros a sumar inteligencia común. Primero creo que debería existir un debate en Cataluña con la televisión pública ofreciendo los medios. Donde ambas partes expusieran lo bueno que tendría uno y otro sentido, y a la vista de todos. Después los catalanes deberían votar si quieren ser independientes o no. Y aquí introduciría un matiz importante, creo que esta primera votación autonómica debería ser un referendo consultivo, porque el asunto de la independencia por un lado, y la división de un país por el otro, son aspectos muy serios en ambas partes. Este referendo consultivo, si resultase mayoritario a la independencia, establecería el “tablero” para que las piezas de una parte y de otra se movieran más racionalmente ante la mirada de todos en debates y tertulias públicas para el siguiente referendo autonómico, que en esta ocasión se convocaría vinculante. Donde se preguntaría (bajo mi criterio, es decir, muy mejorable) por ejemplo: “¿Desea usted pedir al pueblo español, soberano de España, separarnos de España para después establecer un proceso constituyente de la República Catalana? Y de resultar favorable los resultados al independentismo catalán: automáticamente el pueblo español estaría convocado a manifestar su voluntad y dirimir el asunto (o así lo entiendo yo, a expensas o espera del comunicado de otro que lo entienda mejor).

Pero ¿y si el pueblo español dice que no? Para mí quedaría el camino internacional, elegir un tribunal internacional como mediador, o instituir un tribunal con tal facultad, para que estudiara los alegatos de las partes, velara por los intereses de los minoritarios (como los catalanes no independientes o los posibles españoles no catalanes pero a favor de la independencia), y emitieran la sentencia más lógica. Después que los catalanes votasen si tomar a razón dicha sentencia o seguir como estaban. Todo esto es mejorable, pero lo razono para demostrar que se puede razonar con las puertas abiertas a razones mejores. Sobre todo algo debe quedar claro: la necesidad de un camino claro al independentismo donde la lógica democrática sea sencilla y contundente. Porque si no existe un camino claro para ejercer el derecho a la auto determinación, donde unas consultas y/o referendos democráticos diriman la cuestión, los intentos de independencia quedarían en tragedia (aunque después de la tragedia alguien declare victoria y la celebre y se conmemore en los años venideros). Sería como sembrar violencia para el futuro. Si la democracia no es paz entre pueblos vecinos, mezclados y formando soberanía: entonces no es democracia. Quedando por responder a por qué no está trazado este camino. Porque en la respuesta encuentro a la madre de muchos problemas que hoy vive España.

La Constitución de 1978, aún siendo ambivalente, es el contenido en el continente de la Democracia en España. La democracia en España es España, no su constitución, que sólo es la forma; de hecho hay democracia en otras naciones con constituciones muy diferentes a la nuestra. El común entre todas supone el cumplimiento de los derechos humanos y/o de los derechos fundamentales que debe cumplir toda nación que se considere democrática. En todas la participación política (o la política ciudadana) es un derecho igual para todos y en igual cuantía, un ciudadano: un voto. Por ejemplo, la actual constitución española establece en su artículo 6 que “los partidos políticos concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política”. Concurrir significa juntarse en un mismo lugar o tiempo, coincidir en algo, contribuir, convenir o formar parte en un concurso. La formación y manifestación de la voluntad popular son cuestiones fundamentales en la Constitución y un deber para los partidos políticos. La participación política es promocionada y alentada, y no dice que esa participación se deba limitar sólo a elegir representantes, en democracia quiere decir mucho más. Al menos, y aunque la Constitución de 1978 fuera pactada con poderes antidemocráticos, quedó la base para un camino democrático que estableciera como costumbre el voto de los co-soberanos en las decisiones políticas del Estado. Otros artículos de esta ambivalente constitución refuerzan este concepto de la libertad política activa, como el siguiente:

Artículo 9.2: Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.

La Constitución de 1978 fue necesaria para un periodo histórico de Transición. Es decir, entendiéndose como añadida una caducidad del documento a medio o largo plazo, donde esa Constitución fuese cambiada por otra más acorde a la voluntad y deseos del censo ciudadano, nueva residencia de la soberanía tras la dictadura. Es así por varios motivos fáciles de entender. Primero el fascismo, llamado franquismo en España, no fue vencido, sino que participó en el cambio de régimen hacia una democracia liberal y monárquica bajo unas condiciones negociadas y pactadas. Por ejemplo “impusieron” quién sería el rey, porque hasta en la misma Casa Borbón había o podían haber varios candidatos a la corona, sin embargo el elegido fue el que nombró el dictador antes de fallecer. En definitiva el peso de los poderes fascistas en la redacción de esa constitución fue notable. Aún así resultó ideal para la democracia práctica, porque de la noche a la mañana se pasó de padecer una dictadura a disfrutar de los mismos derechos que los ciudadanos de la entonces Europa Occidental. Por ello ambivalente, porque tiene dos valores distintos que pueden entenderse o interpretarse de dos maneras distintas y opuestas. Para mi visión que busca entre esta bicéfala verdad histórica: la Constitución de 1978 fue, por un lado o un importante lado, un pacto con los poderes franquistas (antidemocráticos) que impusieron o negociaron artículos de la Constitución, entre ellos, la indivisibilidad del Estado. Donde la independencia de Cataluña se convirtió en un camino sin salida democrática y pacífica, un camino hacia la violencia o la guerra. Una grave contradicción todavía sin solución.

Sin duda la Constitución de 1978 merece juicio desde una lógica común actualizada. Porque el problema mayor que padecemos en España no es la posible independencia de Cataluña, sino una democracia insuficiente. Producto de una Constitución, en su momento salvadora y ahora condenatoria, ya “caducada”. Para la historia oficial España recuperó o entró en democracia en 1978, pero la realidad dijo mucho más. Y sencillamente los poderes anti democráticos negociaron el tipo de democracia que mejor convenía para continuar con sus intereses, no sólo ser “amnistiados” o sin cuerpo sancionador, y la prescripción de los delitos que cometieron durante cuarenta años, además continuar con riquezas o fortunas en lo económico; y en lo político, por ejemplo, colocar al sucesor que eligió el dictador. Podría deducirse también “asegurarse” que España nunca fuera un país comunista y soviético (todavía existía “amenazante” el imperio soviético). En definitiva se redactó la Constitución que más favorecía a los poderes franquistas en su transición a una democracia liberal de baja calidad y con amplia participación o influencia en la derecha política resultante en democracia. De ahí la enorme diferencia entre el liberalismo español y el del resto de Europa, donde en Alemania e Italia se ha apartado claramente de los nazismos o fascismos pasados, abrazando plenamente a la democracia. En España no.

En su momento esta Constitución fue suficiente, pero cuando los demócratas españoles pudieron actualizarse con los demócratas europeos y del resto del mundo, sobre todo en un reencuentro mundial después de la Guerra Fría o caída el Telón de Acero, justo en esa época, debió redactarse otra Carta Magna para España, con un proceso constituyente donde los artículos fundamentales hubiesen sido votados en referendos. Pero esto no ocurrió hace treinta años, ni hace veinte, ni hace diez, ni ahora. Así aparece y se establece lo que ya se conoce como democracia representativa radical o extrema. Aunque los que la defienden, hoy mayoría parlamentaria, gustan llamarla como “democracia parlamentaria”. Pero esto sería deformar el significado de Parlamento como asamblea de los representantes legítimos (votados) de los ciudadanos. Algunos dicen abiertamente, y sin sentir vergüenza, que en el Parlamento reside la soberanía, o que es soberano, siendo mentira. La soberanía del reino de España reside en el pueblo español, éste es el soberano. Quiere decir que las decisiones de Estado, tanto Ejecutivas, como Legislativas o Judiciales con rango soberano corresponde tomarla al pueblo español votando, no hay nada más legítimo que esto. No se trata de democracia directa para todas las decisiones, ni siquiera para una mayoría, sólo para las de rango soberano. Todas las demás pueden ser tomadas por las instituciones de los Poderes del Estado destinadas constitucionalmente para este fin. Los parlamentarios, congresistas, senadores o diputados son importantes en el sistema democrático y tienen mucho trabajo en una democracia equilibrada o de buena calidad. Una sabia mezcla entre democracia representativa y democracia directa.

Debe quedar claro que reformar un artículo de nuestra Constitución es algo de rango soberano. Pero aún siendo algo tan obvio, lógico y sencillo de entender, llega la democracia parlamentaria radical, con el líder del partido más votado (gobernando) y el líder del segundo partido más votado y líder de la Oposición: ¡y deciden reformar un artículo de la Constitución!. Después lo ordenan a sus respectivos senadores o diputados, se suman los votos de esta mayoría necesaria y ¡ya está!, artículo cambiado sin que a la ciudadanía española siquiera se la escuche u opine, mucho menos que vote. La mayoría ni se enteró de la última reforma de la Constitución sino llega a ser informada por las protestas que se originaron, fue llamada la Reforma Exprés, llevada a cabo por los señores Rajoy y Zapatero en el año 2011. Aquí enlace al respecto en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Reforma_constitucional_espa%C3%B1ola_de_2011

El tres de octubre el New York Times llamó matón intransigente al señor Rajoy, presidente de España y líder del PP, el partido más corrupto que ha gobernado España desde 1978, sólo superable por el franquismo anterior. Por otro lado el ex presidente Zapatero aparece declarando en la Sexta (una de las pocas televisiones donde se ha podido seguir de manera imparcial, o intentándolo, lo ocurrido y ocurrente en Cataluña) que no le gustan los referendos, que son como elegir entre el blanco y el negro. ¡Un demócrata al que no le gustan los referendos! Podría haber dicho que tal o cual referendo no es oportuno en un momento dado, pero ¿de todos en general?, ¿cómo puede decir esto un demócrata? Supone una contradicción, porque la Constitución actual, fundamento legal de España, nació en un referendo. Si no le gustan los referendos: ¿no le gusta la actual Constitución?, ¿y si se cambia por otra no debe ser con referendo? Pues vaya contradicción más grave. No se puede confundir al pueblo español con una muchedumbre, masa o gentío. No se puede apelar a la democracia representativa radical para evitar o asustar de la terrible venida de una oclocracia (gobierno de la muchedumbre). Sin embargo Rousseau afirmaba que la democracia degenera en oclocracia cuando la voluntad general cede a las voluntades particulares. Y la voluntad general española está cediendo, por impuesto silencio de voto, a los intereses particulares de Zapatero en su momento y ahora de los intereses Rajoy. Un sólo hombre reemplazando al pueblo español, o mil hombres reemplazando al pueblo español, o un millón de hombres reemplazando al pueblo español, nada de esto suena a democrático. Aunque los representantes radicales quieran “hipnotizar” al pueblo español es fácil mostrar que el pueblo español no es subnormal.

En realidad los representantes radicales intentan justificarse, son capaces de decir entre líneas a la ciudadanía que pasa de sus votos, que los ciudadanos no están capacitados para decidir nada, sólo para elegir entre los altos y guapos políticos de las élites que optan a legislar o gobernar. Utilizando una de las herramientas de la democracia, la representación legítima, para dominar y someter a la democracia (el poder del pueblo), impidiendo que el pueblo acceda a la voluntad general del soberano para que decida en las grandes cuestiones públicas, sobre todo en aquellas donde existan fuertes posiciones enconadas. El abuso de la representación legítima es un acto desproporcionado donde se deforma a la sociedad democrática hacia una ciudadanía general inculta (en política) o apática, donde el pueblo no necesita saber, sólo elegir a personas que sepan. Desproporcionado porque un pueblo bueno al que sólo se presentan políticos malos como candidatos a representantes legítimos, resultará un pueblo malo, capaz de ser lanzado a enfrentarse con otro pueblo y a ser considerado traidores los ciudadanos que por lógica no quieren luchar. Sin embargo, una ciudadanía acostumbrada a decidir directa y periódicamente estaría espabilada ante las súplicas de votos, y mejor preparada ante poderosos intentos de manipulación; sería una sociedad donde la información y el conocimiento político correrían a raudales, resultando un pueblo más inteligente y preparado que otro gobernado por representantes radicales.

Esto es así porque la evolución lógica de la democracia conduce a que el conjunto del censo sea cada vez más inteligente en todos los campos, sobre todo en la política, y se conozca más a sí mismo, la verdadera inteligencia colectiva de los pueblos. Es el empuje natural de la democracia en mentes libres cada vez con cerebros más evolucionados, otra cosa es que se consiga o cuándo se conseguirá, cada pueblo es un mundo. La lógica puede simplificarse y ofrecer una fórmula sencilla: “Si no necesitas el voto del pueblo en un referendo: puedes tratar mal al pueblo, si necesitas que el pueblo vote a tu favor en un referendo: no puedes tratar mal al pueblo y explica bien tu postura para que todos la entiendan (lo de prometer y luego incumplir no entra)”. Y el ejemplo real lo tenemos en el gobierno catalán y en el gobierno español. El Parlamento o los representantes legítimos de los ciudadanos catalanes están mimando a su pueblo porque necesitan un voto favorable en referendos de independencia o sus intentos, Sin embargo, como el gobierno español no necesita referendos puede apalear a los catalanes aún sabiendo que el número de independentistas crecería, crece y crecerá. Obviamente el actual gobierno español no me representa.

No sólo vivimos una democracia deficiente que permite a una constitución transitoria establecerse como fija, impidiendo que la constitución sea el resultado real de los deseos políticos de la ciudadanía, además el partido político que nos gobierna tiene una caja B y sus tesoreros imputados o en la cárcel. Así los que se saltan la ley que no les conviene quieren crear e imponer la ley que les conviene. Esta es la democracia que tenemos, la de más baja calidad, casi rayando con lo anti democrático en muchas decisiones de Estado. Supone la democracia representativa radical o el parlamentarismo llevado a sus extremos, justo lo que no necesitamos para formar parte entre las primeras sociedades democráticas de este siglo. Por ello en España puede verse el problema catalán como un choque de buques, el Parlamento Español (representantes de los ciudadanos soberanos) contra el Parlamento Catalán (formado por los representantes de los ciudadanos autonómicos). Se están “embistiendo” uno a otro. Pero uno es radical y el otro tiene apoyo popular, muy posiblemente porque el pueblo fue llamado a votar al respecto y recibió porrazos por ello. En definitiva el “romanticismo”, por decirlo de alguna manera, ahora está del lado independentista catalán. En contrapartida, los representantes radicales quieren aplicar el 155 hacerse con el control público de Cataluña y para convocar elecciones autonómicas..

Como español me eché las manos a la cabeza cuando vi que continuaba este gobierno indigno y acusado de corrupción. Perdimos la decencia pública, perdimos partes importantes de los recursos sociales, laborales, sanitarios y educacionales, y ahora además añado “hemos perdido a Cataluña”. Un gobierno impresentable utilizando la fuerza y las leyes dictadas para detener las protestas legítimas y amordazar a la opinión pública en algunos temas fundamentales, incluso arrancando urnas de las mesas democráticas de los ciudadanos autonómicos. Como España me miro a mí misma y me pregunto cómo en democracia hemos permitido que nos gobiernen los impresentables. Soy un demócrata, no me presento como ejemplo moral de la decencia o la honradez, no me hace falta, tengo un voto igual que el ciudadano más decente u honrado. Sólo necesito a la lógica para identificar las mejores razones para lo público. No hay mayor legitimidad y ley que la mitad más uno de los votos ciudadanos y co-soberanos, ninguna dos terceras partes de cualquier cámara de representantes está a esta altura máxima.

Para los radicales del parlamentarismo suena a locura y miedo, como una especie de metademocracia, para un demócrata como yo debería ser el día a día. Esta política es la base y está antes que todas las demás, incluidas las llamadas de derechas o de izquierdas. Ser demócrata participativo para mí es como tener una ideología imprevisible, porque creo, busco y acato las decisiones de la mayoría, con libertad de conciencia para trabajar o hacer campaña para que una minoría se convierta en mayoría, a esto quiero obedecer en mi trabajo común con el resto de españoles. Ir conociendo cada vez mejor a la personalidad colectiva que formamos, ahora subconsciente o todavía en su larga infancia lactante, para que vaya creciendo aunque sea aprendiendo de errores. Hay que destetar a la ciudadanía española para que conozca mejor su entorno y su mentalidad común crezca y se expanda. Nuestras enemigas son las ideas que se imponen por la fuerza bruta, la antidemocracia, tanto las que se llaman de izquierdas como las que se llaman de derechas. Porque por la derecha o por la izquierda se puede acceder a la antidemocracia, por la democracia no. Por ello hay que ser demócrata por encima de todo, aunque ello suponga dejar de mamar de la teta de la izquierda o de la teta de la derecha y simplemente votar en conciencia.

España también tiene derecho de autodeterminación, una y todas las veces que haga falta. Y creo que es urgente autodefinirnos y autodeterminarnos como lo que somos hoy, sin mentiras ni engaños de los representantes, corruptos o no, sino directamente con nuestros votos. Necesitamos actualizarnos democráticamente, no sólo con el voto de todos, sino además en todos los temas fundamentales para nuestro interés general de Estado. Desde el quince de mayo del dos mil once muchos estamos demandando esto ante el precipicio histórico al que nos ha conducido la llamada crisis o deuda. Un trabajador en crisis o que no puede pagar una deuda es embargada su nómina por un juez, pero le deja lo suficiente para vivir dignamente, esto es justicia. Sin embargo con España no se ha hecho y con la reforma exprés de los representantes radicales en 2011 se permitió dejar a España sin dinero suficiente para vivir dignamente. Aquella reforma no sólo fue desleal con la soberana, la ciudadanía, además fue precipitada y, aunque presuntamente adoptada por el motivo de tranquilizar a los inversores, el resultado económico fue desastroso y España tiene ahora el gasto público social por habitante más bajo en toda la Unión Europea. Y si alguna vez se hizo un cálculo por parte de la Unión Europea o del sistema financiero internacional para permitir lo mínimo para la supervivencia, olvidaron que en España gobierna un partido con mucha corrupción y muchos millones de euros se pierden y no llegan a los servicios públicos.

Ante este panorama quién no quiere independizarse. Así la aplicación de una mínima inteligencia democrática por parte de los independentistas catalanes les ha dado mucho beneficio y su número o manifestaciones ha crecido considerablemente en los espacios públicos, además con un halo romántico. Así estamos “a dos velas” ante el día de mañana, 10 de octubre, donde se supone que la Generalitat declarará la independencia de manera unilateral, provocando que el Estado trate de impedirlo por la fuerza (legal o no es fuerza) con el riesgo de violencia que conlleva. Ay, si en vez de Rajoy hubiera estado un buen demócrata... “Otro gallo hubiera cantado” y el ideal independentista no hubiera crecido tanto. Pero los votantes españoles (esos que votamos sólo una vez cada cuatro años y sólo para elegir representantes empaquetados en listas cerradas) se lo hemos “puesto a huevo”, y con una España saqueada también por corruptos que nos gobiernan o han gobernado con tendencia a cerrojazos y mordazas políticas: lo han tenido fácil. Se quiere ver a un Estado opresor en Cataluña, ¡pero es en toda España! Al menos “opresor” respecto a las cuentas públicas y para impedir referendos que manifiesten las voluntades y los deseos, unas vinculantes y otros no, de la soberana española, su ciudadanía censada.

Me temo que si Cataluña se independiza, o no, el Estado no va a requerir mi voto para solucionar la cuestión. Pero no puede impedir mi libertad de pensamiento, ni mi derecho de expresión. ¿En qué hemos convertido a España? Hemos perdido la dignidad económica (reforma exprés y muchas más leyes) y con ella hemos perdido la dignidad social, hemos perdido la dignidad política (caja B del PP y mucho más), posiblemente perderemos a Cataluña a medio o largo plazo, pero no debemos rendirnos. Los demócratas españoles merecemos una Constitución a nuestra medida que, entre otras cuestiones fundamentales, solucione las disputas territoriales internas derivándolas al deseo soberano, el voto directo. Los representantes se comen nuestra ciudadanía, devoran desde hace décadas, algunos se salvan y parece que puede ser tendencia, ojalá el 15M resulte un punto de inflexión. En definitiva se comen nuestra ciudadanía porque nosotros le dejamos, bien por engaño o por apatía política, pero le dejamos. Tratan de engañarnos desde todas partes del espectro ideológico político, pero los demócratas participativos nos debemos a los resultados de los referendos y consultas directas. Nos debemos a las voluntades de las mayorías en los distintos temas fundamentales aunque nuestro voto sea de los minoritarios en alguna de las votaciones. Y nos debemos a que esos votos sean después de debates formadores y datos verdaderos.

Nos debemos a nosotros mismos el conocernos como entidad colectiva con personalidad propia e irrepetible. Nuestros representantes deberían facilitarlo, pero en el resultado práctico lo impiden. Si Cataluña se independiza ojalá mejoren esta democracia que en los ochenta se disfrutó y que hoy en día se padece porque nos limita como españoles y deja al potencial democrático de España en su mínima expresión. Somos mínimos, pero en ello se guarda nuestra grandeza común, en un lugar llamado voto inteligente (no para elegir a alguien inteligente como representante, sino para que sume en la inteligencia colectiva de nuestra patria). Sin embargo no podemos votar al respecto, no nos dejan, pero si Cataluña se independiza quiero expresar lo que pienso. Desearles un buen viaje, sobre todo que su proceso constituyente sea modélico. Que se voten en referendos los artículos fundamentales de su futura Constitución de la República. Y si no se independizan deseo que los demócratas catalanes se unan al resto de españoles en la labor de constituir una buena España, sencillamente traducir a una nueva constitución lo que somos como abrumadora mayoría, gentes de bien. Deseo que ojalá con referendos expulsemos a los malos representantes y redactemos la medidas exactas del traje que merece llevar la ciudadanía española. Ojalá con tela catalana en sus partes nobles.

Gracias

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